Me enseñaron a querer ser flaca, todo el tiempo, a cualquier costo, porque ser flaca está bien y ser gorda, está mal. Me enseñaron a dejar de comer, por ser gorda. Me enseñaron a qué hay alimentos prohibidos, por ser gorda. Me enseñaron a qué no puedo discutir, por ser gorda. Me enseñaron a intentar agradar todo el tiempo, por ser gorda. Me enseñaron a quedarme callada, por ser gorda. Me enseñaron a pasar desapercibida, por ser gorda. Me enseñaron que nadie me iba a querer, por ser gorda. Me enseñaron que a nadie le iba a gustar, por ser gorda. Me enseñaron a contar calorías, por ser gorda. Me enseñaron a odiar cada centímetro de mi cuerpo, por ser gorda. Me enseñaron que hay muchas cosas que no puedo hacer, por ser gorda. Me enseñaron a tratar de ocupar el menor espacio posible, por ser gorda. Me enseñaron a querer ser invisible, por ser gorda. Me enseñaron a querer desaparecer, por ser gorda. Me enseñaron a comer a escondidas, por ser gorda. Me enseñaron a vomitar cada comida, todos los días, por ser gorda. Me enseñaron que las gordas no pueden tener novies. Me enseñaron que no puedo sentir placer, por ser gorda. Me enseñaron que no soy deseable, por ser gorda. Me enseñaron que no puedo tener ganas de coger, por ser gorda. Me enseñaron que hay ropa que no me puedo poner, por ser gorda. Me enseñaron a desaparecer, me enseñaron a respirar inseguridad, me enseñaron a alimentar todo el tiempo con mierda a mi hamster en la rueda mental. Me enseñaron a qué mi mayor meta en la vida era adelgazar, por ser gorda. Me enseñaron a achicarme para entrar en un molde único y universal, por ser gorda.  Me enseñaron a hacerme todo el tiempo muy muy mal. Me enseñaron a qué ser yo estaba mal, muy mal. Me enseñaron a cagarme un poco en todo, a mandarlos bien a cagar, pero a veces el pasado se hace carne y la sal en la herida supura, vuelve a sangrar y cuesta, tanto cuesta, sanar y cicatrizar que solo quiero acostarme a llorar, dormir y saber que mañana puedo volver a empezar.

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