Una incognita en el aire, en la prosa que compone la sinapsis del encuentro. Una incognita en el cuerpo, en la divinidad implícita que paraliza, que encandila las miradas, que neutraliza. Un cementerio de quejidos, de llantos, de gemidos. Luz y oscuridad, grises y más grises. Incertidumbre, latidos en pausa, el aliento que agobia. La otredad que nos empuja al abismo, que mastica las palabras, y sin digerirlas las escupe. La teoría ya escrita, impregnada de supuestos, de hipótesis insulsas. Carencias, dolencias, en tu andar desgarbado, en tu sangre que no corre, en tu clavícula rota. Languidez emocional, rigidez crepuscular, en el ocaso que emergió de tu tsunámi. Carroña, restos de tu ser inhumano atravesados por el silencio. Golpes a puño cerrado contra la puerta de la indiferencia. De repente, una mirada esméril, una palabra que cobija, el vaivén de tu respiración. Claridad en tu objetivo, una cachetada de realidad, emerge el amor, apertura, sincronicidad.
Me ves? Estoy cansada Me agobia existir Me invade tanto sentir Es como el sol Quemándome viva Es como un sueño perturbador Cuando estoy dormida A veces respiro profundo Y tengo una piedra gigante En el pecho que no permite Que pase el aire A veces tengo mucho Para decir Y esa misma piedra Se queda a vivir En mi garganta Ocupa tanto espacio Que no puedo tragar Ni saliva, ni situaciones Ni seres humanos Ni momentos difíciles Me quedo sin herramientas Para reconocer qué me sucede Se me traba la croqueta Y se me dificulta entenderme Reconocerme y ser más amorosa Para habitar eso que está sucediendo Siento gestarse la explosión Dentro mío Me arden las entrañas Sale fuego por mis ojos Por mi boca Por mis manos Se viene el bing bang Y sé que puedo hacer mierda todo En un abrir y cerrar de ojos Me desprendo de mi alma Y vuelo en mil pedazos Por todas partes Ya a esta altura Estoy cansada Y me duele la espalda De tantos años...
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