Respiré ese olor a memoria, a recuerdos imprudentes, a café recién hecho. El hedor de esos sueños se me metía por los poros, la premisa de ese capítulo interminable se infiltraba por mi retina ocular. Otra vez, la incertidumbre rebalsando en mis adentros, otra vez esa mala costumbre. Salí corriendo, pero no supe de qué me estaba escapando. Frené y por un momento me salí de mí. Ahí me ví, hecha una madeja de dudas, enredada, con los ojos en compota, lagrimeando pasado, casi sin poder respirar. Me dieron ganas de abrazarme, pero no lo hice. Me dejé en paz, me reincorporé de a poco. Una vez me dijeron que no se puede saber qué es la luz sin antes haber conocido la oscuridad. Así que consideré que debía conocer la penumbra, hacer el amor con las tinieblas, transitar el dolor y la tristeza, para encontrar un poco de brillo, de calor. Así fue, jugué a las escondidas con la muerte, a la mancha con mis espectros y me dí cuenta que eran producto de mi imaginación.

Comentarios

Entradas populares de este blog