Respiré ese olor a memoria, a recuerdos imprudentes, a café recién hecho. El hedor de esos sueños se me metía por los poros, la premisa de ese capítulo interminable se infiltraba por mi retina ocular. Otra vez, la incertidumbre rebalsando en mis adentros, otra vez esa mala costumbre. Salí corriendo, pero no supe de qué me estaba escapando. Frené y por un momento me salí de mí. Ahí me ví, hecha una madeja de dudas, enredada, con los ojos en compota, lagrimeando pasado, casi si n poder respirar. Me dieron ganas de abrazarme, pero no lo hice. Me dejé en paz, me reincorporé de a poco. Una vez me dijeron que no se puede saber qué es la luz sin antes haber conocido la oscuridad. Así que consideré que debía conocer la penumbra, hacer el amor con las tinieblas, transitar el dolor y la tristeza, para encontrar un poco de brillo, de calor. Así fue, jugué a las escondidas con la muerte, a la mancha con mis espectros y me dí cuenta que eran producto de mi imaginación.
Entradas
Mostrando entradas de marzo, 2019
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Hablame del candado que rompiste cuando dejaste de intentar agradarle a cualquier pseudo humanoide, del grito que pegaste cuando te diste cuenta que eras más vos de lo que pensabas y que te importaba una mierda que te juzguen, que te condenen, que te señalen por eso, si igualmente lo iban a hacer. Hablame de las estructuras mentales que quebraste cuando entendiste que vos también podías tener ganas de cojer y que también podías decir que no en pleno acto aunque el otro se pudiera ofender. Hablame de todo eso de lo que te dijeron que no podías hablar, de todo lo que hiciste aunque te dijeron que estaba mal. Hablame de planetas y galaxias, de palabras inventadas, de amores platónicos, de colores que sólo existen en tu imaginación. Hablame de música y de silencios, de abrazos, de caricias, hablame de amor. Hablame de sentires, de esa sensibilidad que te enseñaron a esconder, hablame del miedo que aprendiste a sobrellevar y no lo usas más como una excusa para no hacer lo que tenes ganas de...
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Una incognita en el aire, en la prosa que compone la sinapsis del encuentro. Una incognita en el cuerpo, en la divinidad implícita que paraliza, que encandila las miradas, que neutraliza. Un cementerio de quejidos, de llantos, de gemidos. Luz y oscuridad, grises y más grises. Incertidumbre, latidos en pausa, el aliento que agobia. La otredad que nos empuja al abismo, que mastica las palabras, y sin digerirlas las escupe. La teoría ya escrita, impregnada de supuestos, de hipótesis insulsas. Carencias, dolencias, en tu andar desgarbado, en tu sangre que no corre, en tu clavícula rota. Languidez emocional, rigidez crepuscular, en el ocaso que emergió de tu tsunámi. Carroña, restos de tu ser inhumano atravesados por el silencio. Golpes a puño cerrado contra la puerta de la indiferencia. De repente, una mirada esméril, una palabra que cobija, el vaivén de tu respiración. Claridad en tu objetivo, una cachetada de realidad, emerge el amor, apertura, sincronicidad.