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Me fui caminando por la cuerda floja, como en una expedición
hacia el más allá. El sol penetraba mi piel, mis labios estaban secos, mis ojos
ardían, no podía ver. Se hizo de noche, la luna brillaba, eramos mi sombra y
yo. Me fui en busca de mi canto perdido, se lo había prestado una vez a un
pájaro que se poso en mi ventana diciendo que era la reencarnación de una
cantante famosa, le creí, me dijo que tenía un show en el Amazonas, pero que
necesitaba una voz de mujer para cantar porque había reencarnado en ese pájaro
que no podía hacerlo. Acá estoy, en esta selva imponente, hundida en su
espesura, escucho ruidos, voces, trato de mantener la calma. Hay muchos
mosquitos y encima yo no traje repelente, ojalá me piquen y me extirpen ésta
sangre que a veces me duele. Sigo caminando, usando mis brazos cual machetes
para ir apartando las ramas que se me vienen encima y no me dejan avanzar.
Escucho mi voz, escucho mi voz!!! Empiezo a correr, corro como nunca antes lo
hice, logro divisar al pájaro a lo lejos, me ve, sus ojos se desorbitan,
empieza a volar. Vuela, vuela, vuela. Lejos, muy lejos. Moraleja que me sirve
de lección: hay seres empecinados en robarte la voz, no lo permitas, nunca, tu
voz es tuya. Pone en palabras todo lo que cargas, usala, no te calles nunca más.
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