Rosario era una chica complicada, ella lo sabía, era consciente de ello. Andaba por la vida a los tumbos, sentía que por más de haberlo buscado durante tantos años, aun no encontraba su lugar. Se vivía cuestionando todo, pero cuando digo todo, es todo. Era imposible seguirle el hilo de una conversación, era muy intensa, lanzaba palabras sueltas que intentabas ordenar en una frase pero para cuando conseguías hacerlo, ya había cambiado de tema. Su verborragia era algo imposible de sobrellevar, tanto así que debido a que no era capaz de soportarla, empece a esquivarla. Cada vez que veía a Rosario caminando por la calle, me escabullía por algún rincón oscuro para que no pudiera verme, era eso o que mis orejas abandonaran mi rostro con tal de no escucharla. En uno de mis escapes, pueden creer que me vio? Empezó a gritarme! Si! A gritarme en el medio de la calle! - Lucas!! Lucas!! - Yo no lo podía creer, dije - Ah no!! esta mina está mal, pero mal de verdad! - Desafortunadamente, luego de lo sucedido, hizo su reclamo mediante un mensajito de texto, en el cual también pude notar su dedorragia característica. El mensaje era tan largo y carente de sentido que decidí dejarlo por la mitad. Miento, creó que no alcance a leer ni un cuarto de ese testamento. Yo sabía que ella no era una de esas personas a las que te gustaría enviar a la papelera de reciclaje, pero su ensalada mental sin condimento no la dejaba relacionarse de una manera "normal" con el resto de los seres humanos e inhumanos. Después de varios días de meditarlo y remeditarlo, tome coraje y fui hasta su casa, yo la quería y creí que era momento de que alguien le dijera un par de cosas que posiblemente la ayudarían a encontrar el freno de mano que debía usar a la hora de hablar. Mientras iba caminando hacia su casa, iba actuando lo que le iba a decir en mi cabeza. Tenía la certeza de que ella sentía cosas por mi y era por este motivo que creía que yo era una de las personas a las que ella iba a dejar hablar. A decir verdad, yo también me sentía atraído por ella, Rosario era una muy bella mujer pero a veces su belleza se veía opacada por su avasallante forma de ser. Desde el primer momento en que la ví, supe que me encantaría una mujer así para compartir mi vida, tanto así que a su vez era yo el que la esquivaba por miedo, el que me encerraba en mi, el que disimulaba mi interés por mi recelo a enamorarme de su hermoso parloteo. Después de hablar con Rosario, pude darme cuenta que no era ella la que pecaba de verborrágica, sino que era yo quien se quedaba mudo cuando la veía, porque la amaba en silencio y me ponía tan nervioso cuando aparecía que ni una palabra emitía.
Me ves? Estoy cansada Me agobia existir Me invade tanto sentir Es como el sol Quemándome viva Es como un sueño perturbador Cuando estoy dormida A veces respiro profundo Y tengo una piedra gigante En el pecho que no permite Que pase el aire A veces tengo mucho Para decir Y esa misma piedra Se queda a vivir En mi garganta Ocupa tanto espacio Que no puedo tragar Ni saliva, ni situaciones Ni seres humanos Ni momentos difíciles Me quedo sin herramientas Para reconocer qué me sucede Se me traba la croqueta Y se me dificulta entenderme Reconocerme y ser más amorosa Para habitar eso que está sucediendo Siento gestarse la explosión Dentro mío Me arden las entrañas Sale fuego por mis ojos Por mi boca Por mis manos Se viene el bing bang Y sé que puedo hacer mierda todo En un abrir y cerrar de ojos Me desprendo de mi alma Y vuelo en mil pedazos Por todas partes Ya a esta altura Estoy cansada Y me duele la espalda De tantos años...
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