El ser es tan efimero que puede ser olvidado en un abrir y cerrar de ojos. Es increible como siempre que las relaciones sólo se alimentan de un sólo lado, desaparecen. Cuando ese lado se queda sin provisiones, sin ganas, cuando se cansa de encender una llama que se apaga, se muere, se queda tiritando y se congela hasta hacerse nada. El ser humano, animal de mala costumbre. Mal acostumbramos a otros seres a ser siempre los que llamamos, los que estamos, los que nos preocupamos, entonces cuando eso se hace poco frecuente, somos los que cambiamos, los que nos alejamos, los que olvidamos. El malo de la película, tirano, villano, el que poco acaricia, el que poco da la mano. Es más fácil ver la actitud errante en el otro que evitar hundirnos en nuestro propio pantano. Salí muchas veces del pantano, sola, acompañada, incluso ahogándome con mis propias manos. Me envenené con mis propias acciones y así también idee el antídoto para curarme de tanto pasado. El presente lo transito sin tanto suplicio, aunque a veces se me cruza algún maldito prejuicio. En el presente no quiero mendigar ni un poco de cariño, no quiero estar para sujetos que no amen como niños; sin preconceptos, sin rencores, sin ideales de cuentos, con valores. No voy a estar para quien no se acuerda de que existo, que se acostumbró a no salir de su zona de confort, que mi vida le da lo mismo. Quiero ser lo que soy, sin tener que pedir perdón. Quiero que me recuerden por ser buena amiga, madre y compañera, intensa, pero de gran corazón.

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