• Curvas sinuosas que me llevan y me traen de acá para allá. El clima seco que tiñe de colores tierra cada pedacito del valle. Me pierdo entre tanta inmensidad, soy un ser minúsculo y único entre tanta belleza. Soy tan efímero en este momento, puedo ver con más claridad, puedo entender que mis problemas son diminutos, que a algunos me los invento y que otros son capítulos que me robé de algún cuento. Cada árbol esconde su mirada entre las ramas, cada hoja tiene una historia que contar. Las raíces recorren kilómetros y kilómetros de vida subterránea, comparten sus vivencias con la tierra, se nutren de ella, la cuidan, la adoran, son como una gran familia. A pesar de no tener voz, se comunican, sus cuerpos se entrelazan y crecen juntos, a veces tan distinta la naturaleza al ser humano. Los de carne y hueso por momentos no pueden ni darse la mano, se hunden en su propia egolatría, no saben disfrutar de las pequeñas cosas, ni del día a día. Por momentos debemos perdernos para encontrarnos, en el cielo, en el mar, en alguna canción. Dejar atrás el pasado, contemplar con la mente en blanco un atardecer, amar de verdad, sin manuales y ser siempre uno mismo sin intentar pertenecer. Con corazones remendados, con miradas transparentes, buscando esa armonía perdida que ya va a aparecer.

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